Este artículo ha sido elaborado por el colectivo femProcomuns como parte del proyecto «Too much patriarchal technocapitalism will kill you» en el contexto de la «Xarxeta de continguts» («Redecilla de contenidos»), y ha sido posible gracias al apoyo económico del Ajuntament de Barcelona y de la red APC. También gracias a la implicación de toda la gente que ha participado: Alba, avileva, David, Efraín, Mònica, Ondiz, Sergi, y el equipo de Pangea.org.
En este artículo, miembros de la cooperativa femProcomuns cuestionan desde una mirada feminista qué dinámicas patriarcales siguen aplicando en sus prácticas los colectivos que trabajan en torno a los procomunes digitales, concretamente el enaltecimiento de un liderazgo individual que eclipsa el esfuerzo colectivo que siempre hay detrás de cualquier hito tecnológico. Invocan de esta manera el principio feminista de internet según el cual hemos de trabajar “para crear formas alternativas de poder económico basadas en principios de cooperación, solidaridad, bienes comunes, sostenibilidad ambiental y apertura”, así como también dos de los principios relacionados con la participación y según los cuales hace falta “desafiar los espacios y procesos patriarcales que controlan la gobernanza de internet” y dar continuidad a “nuestra resistencia (feminista) en otros espacios, tanto públicos como privados.”
«Las historias son de todos. Pertenecen a la comunidad… [···] Urgen las narraciones abiertas y corales»
Wu Ming (2002)
Jericó Delayah CC-by-sa 3.0 Wikimedia Commons. Retrato de 4 «padres» del conocimiento y el software libres realizados mediante calco de fotos con licencias libres de Richard Stallman (LeCourrier RMR CC-by-sa), Linus Torvalds (LINUXMAG.com CC-by-sa), Lawrence Lessig (Joi CC-by) y Jimmy Wales (Manuel Archain CC-by-sa). Los dibujos, como obra derivada de las fotos, utilizan una licencia compatible con la de éstas.
Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Microsoft), el dúo Sergei Brin y Larry Page (Alphabet, Google), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) son hombres blancos, que se presentan como triunfadores, que han edificado corporaciones poderosas y están (o han estado en el caso de Jobs) en los primeros puestos de la lista de personas más ricas del mundo, el 1% del 1%. De ellos hay relatos heroicos de emprendimiento, innovación, competitividad, audacia. También hay contra-relatos de maldad, avaricia, afán de poder, oligopolio (cuando no monopolio), de «cerramiento de los montes» digital, explotación, ingeniería financiera.
Frente a ellos hay Prometeos y Robin Hoods. Larry Roberts, Vinton Cerf y Robert Kahn (los Padres de Internet, crearon el modelo y los protocolos de internet, que dejaron en el dominio público), Richard Stallman (GNU, hackeó la propiedad intelectual para crear las licencias libres para software), Lawrence Lessig (Creative Commons, defendió la cultura libre y aportó licencias para abrir los derechos de cualquier obra cultural), Linus Torvalds (Linux, a partir del proyecto GNU creó un sistema operativo libre), Tim Berners Lee (World Wide Web, creó un sistema de hipertexto base de una red navegable de contenidos y servicios en internet y liberó sus formatos y protocolos), Brewster Kahle (Internet Archive, creó un gran proyecto de preservación de contenidos y conocimiento), Jimmy Wales (Wikipedia, creó la enciclopedia libre para llevar el conocimiento a toda la humanidad), Mark Shuttleworth (Canonical, Ubuntu, facilitó el uso y la instalación de Linux con una distribución más asequible), Julian Assange (Wikileaks, mártir de la lucha contra los bajos fondos del poder estatal, abrió una gran cantidad de información ocultada), Edward Snowden (destapó el espionaje masivo contra la privacidad personal).
Estos son «nuestros patriarcas», de nuevo hombres blancos, luchadores, audaces también. Pero en su caso los vemos como portadores de instrumentos de emancipación, son nuestros Jedi, capaces de enfrentarse a las fuerzas del mal. También de ellos hacemos un relato heroico, que exalta el genio individual por encima de las colaboraciones y el hecho de tejer redes, que realza la épica del combate y del regalo emancipador que nos ofrecen, por encima de los aspectos relacionales, comunitarios y de aventura colectiva, las contradicciones y las miserias.
Nos cuesta escapar del marco mental patriarcal de los «héroes y malvados», nos cuesta construir un relato menos maniqueo y más rico en matices, que dé visibilidad a las interacciones, las redes relacionales, el flujo de ideas o las tensiones entre múltiples intereses e imaginarios. Nos faltan las narraciones abiertas y corales que reclamaban Wu Ming en 2002(1), que nos marcan un horizonte hacia el que trabajar.
Los relatos construyen realidades. La figura del Héroe Emancipador crea el imaginario de un liderazgo individual necesario, un guía de vanguardia. Sea cual sea el género de quien la encarne, el modelo poco cambia. También tenemos heroínas, figuras femeninas que contraponemos al imaginario androcéntrico, contrarrestándolo, pero al mismo tiempo legitimándolo. Mujeres que ocupan (o han ocupado) cargos de dirección, como Sheryl Sandbert, directora operativa de Facebook; Susan Wojcicki, CEO de Youtube; o Ginn Rometty, CEO de IBM. También en España, empresas como Google, Facebook, Microsoft, HP o Linkedin tienen mujeres directivas, y eso se supone que nos debe tranquilizar porque es el principio de un cambio, la «revolución femenina» está pasando, nos dicen.
Según lo planeado, estas mujeres directivas se convertirán en referentes de otras mujeres más jóvenes, que se formarán pensando que ellas también pueden aspirar a ocupar altos cargos. Ellas también, se supone, que se guiaron por las «madres» o las «pioneras»: Ada Lovelace (1843), conocida como Madre de la programación, diseñadora de la máquina analítica mecánica capaz de calcular funciones algebraicas; Hedy Lamarr, co-inventora de un sistema de comunicación secreta; Grace Murray Hopper, Amazing Grace, que popularizó la idea de una máquina independiente de los lenguajes de programación y llevó al desarrollo del lenguaje COBOL; o Radia Perlman, creadora de software e ingeniera de redes, conocida como la Madre de internet. Debemos pensar que las grandes corporaciones han entendido el mandato feminista y están ahora en esta línea. Según la revista Wired(2), empresas como Facebook, Google, Microsoft y Apple publicaron su primer informe de diversidad el 2014, que reveló que tenían equipos homogéneos, de hombres blancos o asiáticos, con un 30% de mujeres, y hasta un 15% en cargos específicamente tecnológicos. Cuatro años más tarde, el informe de 2018 revelaba una mejora de un solo punto porcentual.
Con excepciones, claro, el discurso de los referentes sólo sirve para mantener el statu quo, perpetuar estructuras de poder capitalistas y de dominación, promoviendo que algunas mujeres sustituyan a los hombres en sus cargos y posiciones de decisión, adopten sus maneras, dominando (y a veces explotando) a otras mujeres y otros hombres, haciéndolas dependientes y sometidas. Para cambiar de verdad las cosas, hay que ir más allá de la pose, romper esas estructuras de poder, trabajar de una manera más transversal, recuperar modelos de co-creación, hacer proyectos inclusivos desde su concepción. Encajar referentes femeninos en un modelo de relato patriarcal sólo nos lleva a justificarlo y reproducirlo. Reproducir estructuras jerárquicas de poder, poniendo a los «líderes» en una posición prominente.
En las últimas décadas el software, la cultura y el conocimiento libres han generado formas de producción «entre iguales», que no se basan en las clásicas estructuras jerárquicas empresariales de cadena de mando. En estos modelos de producción, las tareas y responsabilidades no se definen de arriba a abajo sino en dinámicas colaborativas que responden mejor a lo que cada una puede aportar y la asunción de tareas se suele hacer de forma voluntaria en función de intereses y capacidades personales. Los proyectos tecnológicos bajo esta forma de producción aparentemente más horizontal e inclusiva tienen un fuerte sesgo de género. En el software libre sólo un 3% son mujeres, según el Open Source Survey (2017). Esto nos hace pensar que estas dinámicas no se escapan de un imaginario patriarcal e individualista de aquella persona educada como «hombre» que se siente empoderado para asumir tareas en un entorno entre iguales. Pero sobre todo estos entornos colaborativos se ven sometidos a un marco que sigue buscando el relato patriarcal del héroe audaz. Nos encontramos con la paradoja de que para explicar unos procesos que se han hecho colectivamente y gracias a la riqueza creativa de la colaboración lo hacemos a través de historias de exaltación del heroísmo individual. Y de este modo, es el líder o la líder del proyecto quien tiene el rol prominente en conferencias y encuentros, quien firma los artículos de divulgación, quien aparece en la fotografía y en el titular de los medios de comunicación, de quien se espera la intervención de calidad en las reuniones, intervención sobre la que el resto del equipo se sitúa.
Estamos condicionados por la cultura, hemos aprendido a vivir en entornos jerárquicos, sexistas y racistas y lo hemos convertido en un hábito, desde los roles familiares, pasando por la organización de las escuelas, las universidades y los entornos de trabajo. Desarticular estas dinámicas sólo se puede hacer siendo conscientes y produciendo una contracultura. Evitando la exaltación de los liderazgos, haciendo rotativa la representación, visibilizando y repartiendo las tareas de cuidados y el trabajo asistencial, construyendo relaciones de confianza, introduciendo metodologías que hagan aflorar la diversidad de las aportaciones, reflexionando sobre las posiciones de poder emergentes, haciéndolas visibles, y acordando normas y límites explícitos. Reconocer y celebrar nuestras mejores cualidades, haciendo equipos de trabajo más generosos, respetuosos, confiados y valientes que se conocen, pasan tiempo juntos e interactúan, como explican los compañeros de la iniciativa The Hum, con su “Guía Práctica para Organizaciones Descentralizadas”, entendiendo que la pertenencia es el verdadero poder. Es necesario que tomemos conciencia de que el hecho de que un proyecto o equipo esté formado por todas y cada una de las personas que lo forman (y los aprendizajes que han recibido de otros antes) y la forma en que se relacionan, es lo que hace que aquel proyecto o aquel equipo sea lo que es. Por supuesto todo esto no es sencillo en un contexto donde domina otro modelo, por eso necesitamos hacer un esfuerzo consciente si queremos construir modelos alternativos.
La profesora e investigadora Janet Abatte, en la introducción a su libro «Inventing the Internet» (2000)(3) declara una intención que sería conveniente generalizar cuando construimos el relato de cómo se desarrollan los proyectos tecnológicos o culturales, ya que este relato también modelará la evolución del proyecto:
«Al explicar la historia de Internet, también intento llenar un vacío en el relato histórico de la informática. Buena parte de la literatura sobre la historia de la informática se ha centrado en cambios en el hardware, en los éxitos de los inventores individuales o en las estrategias de empresas comerciales u otras instituciones. Relativamente pocos autores han mirado la configuración social de las comunicaciones informáticas».
Si hacemos una narrativa que ponga el foco en el hecho relacional, en lugar de ponerlo en el genio individual, ya estaremos deconstruyendo este modelo de relato patriarcal, no buscaremos «nuestros patriarcas» (o las «matriarcas» sustitutorias) y podremos construir nuestros mitos sobre bases más corales. Este cambio en la narrativa seguramente nos servirá también para transformar nuestras formas de organizarnos, de gobernarnos, de vivir o de ser.
Mònica Garriga y David Gómez
femProcomuns.coop · teixidora.net
CC-by-sa 3.0 + PPL 2020
Notas
1.Wu Ming (2002) Esta revolución no tiene rostro. Editorial Acuarela.
2.Victoria Turk (2019) «Here’s how Facebook and Google can really tackle gender inequality» Wired https://www.wired.co.uk/article/international-womens-day-2019-google-facebook-apple
3.Janet Abbate (2000) «Inventing the Internet». MIT press. «In telling the story of the Internet, I also try to fill a gap in historical writing about computers. Much of the literature on the history of computing has focused on changes in hardware, on the achievements of individual inventors, or on the strategies of commercial firms or other institutions. Relatively few authors have looked at the social shaping of computer communications.». Las negritas son nuestras.