Este artículo ha sido elaborado por Alba Hierro de la plataforma Pam a pam y de la Xarxa d’Economia Solidària, como parte del proyecto «Too much patriarchal technocapitalism will kill you» en el contexto de la «Xarxeta de continguts» («Redecilla de contenidos»), y ha sido posible gracias al apoyo económico del Ajuntament de Barcelona y de la red APC. También gracias a la implicación de toda la gente que ha participado: Alba, avileva, David, Efraín, Mònica, Ondiz, Sergi, y el equipo de Pangea.org.
Alba Hierro destaca la necesidad de empoderarnos tejiendo un mercado social amplio y sólido para hacer frente al acaparamiento de poder de las grandes empresas del mercado tecno-patriar-capitalista, desde la constatación de una realidad aplastante: que nuestra interacción con el mundo digital atraviesa nuestras vidas permanentemente. ¿Por qué, pues, las iniciativas de la Economía Social y Solidaria miran hacia otro lado cuando se trata de responsabilizarse del uso capitalista que hacemos de las tecnologías (y las implicaciones que éste tiene sobre las personas)?
foto: Bruna Cooperativa, bajo licencia CC-Atribución-NoComercial-SinDerivadas
La economía social y solidaria (ESS) trabaja para repensar la economía y proponer maneras de hacer que escapen de la lógica capitalista. Uno de los marcos con los que trabaja es generar un mercado social, es decir, un espacio de producción, distribución, consumo y financiación que escape de las lógicas del capitalismo. Para que este mercado social sea fuerte, las entidades de la ESS no pueden ser proyectos independientes sino que deben interrelacionarse y articularse con otras entidades para reforzarse mutuamente, para cerrar cadenas de valor o para poder ser más resilientes. Es por ello que las iniciativas de la ESS destacan, no sólo por promover un consumo responsable entre la ciudadanía, sino por practicar ellas mismas un consumo dentro del mercado social, es decir, priorizando a las proveedoras de la economía solidaria.
En Cataluña en 2020 contamos con alternativas de economía solidaria en ámbitos tan diversos como las finanzas, la energía, la alimentación o la cultura. Pam a Pam, el mapa de la economía solidaria, cuenta ya con casi 1.000 puntos pero sólo 22 de ellos tienen como sector principal la tecnología. ¿Por qué sucede esto? ¿Es que no hay iniciativas del sector tecnológico que operen según los valores de la ESS? En Pam a Pam estamos convencidas de que no es así, es más, desde la comisión Procomunes de la Xarxa de Economía Solidaria (XES) hace años que defendemos que ha de haber una necesaria confluencia entre la ESS y los comunes digitales ya que compartimos muchos valores y son movimientos que se podrían complementar perfectamente.
Entonces ¿por qué esta confluencia no se ha dado aún? ¿Por qué, cuando las entidades de la economía solidaria buscan proveedoras de tecnología y servicios digitales, no se acercan a estas iniciativas? El informe del mercado social que elabora cada año la XES lleva años mostrando una falta de apuesta por las herramientas de software libre, incomprensible dentro de un movimiento que hace bandera del consumo responsable y de la apuesta por alternativas de consumo transformadoras.
No sólo eso sino que las entidades utilizamos sin pudor herramientas y plataformas digitales de algunas de las entidades más puramente capitalistas del mundo. Así es habitual ver, tal como critica la campaña «No Seas GAFAM», entidades de la economía solidaria que defienden el consumo responsable mientras comparten formularios o documentos mediante plataformas como Google, o documentos que deben abrirse con software propietario de Microsoft. El informe sobre el uso de las TIC en la ESS ponía algunos datos sobre la mesa que demuestran que estamos muy lejos de la soberanía tecnológica. Por citar algunos ejemplos: menos del 30% de las iniciativas encuestadas tienen el sistema operativo Linux en alguno de sus ordenadores, sólo un 3% de las entidades utiliza servicios de correo de alguna proveedora de ESS (y el 23% utiliza directamente Gmail) o, de entre las que utilizan servicios de «nube» comerciales, el 85% utilizan Dropbox o Google Drive en lugar de alojamientos en servidores propios que utilicen tecnologías de software libre.
El motivo más esgrimido (40% de las respuestas) entre las personas encuestadas para utilizar software propietario es la falta de alternativas de software libre que ofrezcan el mismo servicio, pero los tres ejemplos anteriores muestran algunos de los servicios para los que existen alternativas de software libre y ESS fácilmente accesibles y con prestaciones muy similares a sus alternativas privativas. Hay un 30% que reconocen que, o no han reflexionado, o les faltan conocimientos, y que esta falta de interés es preocupante.
Mientras en el mercado capitalista, durante todo el 2019, 6 de las 7 empresas con mayor capitalización del mundo han sido empresas vinculadas a plataformas digitales: Microsoft, Apple, Alphabet (Google), Amazon, Facebook y Alibaba Group, y la interacción con el mundo digital atraviesa nuestras vidas permanentemente (todas tenemos un móvil con varias aplicaciones, utilizamos habitualmente ordenadores tanto individualmente como en nuestras cooperativas,…), desde la economía solidaria llevamos tiempo eludiendo afrontar la importancia de este sector.
En la experiencia de mapear y realizar estos informes se perciben dos factores clave para entender por qué la economía solidaria está eludiendo ponerse las pilas con este tema y que a la vez nos dan pistas sobre cuáles son los retos a los que nos enfrentamos si queremos cambiar nuestra relación con las herramientas digitales y avanzar hacia la soberanía tecnológica.
Por un lado tenemos que comprender e interiorizar que las herramientas digitales han venido para quedarse. Las utilizamos cada día y para realizar todo tipo de interacciones sociales, de gestión, diseño… Las empresas que las desarrollan están liderando la economía capitalista mundial y el hecho de que utilicemos sus productos sin pagarlos, no quiere decir que no estemos contribuyendo a hacer crecer estas empresas. Las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) están acumulando no sólo capital económico sino también de datos, y la combinación de ambos les da un poder fáctico que ya se ha demostrado que ha contribuido a mejorar la tecnología militar, influido en campañas electorales (Cambridge Analytica) y muy probablemente en un futuro próximo producirá cambios inmensos en la economía (como los vehículos sin conductor). El crecimiento de estas pocas empresas y su acaparamiento de poder y capacidad de incidir en la economía y nuestras formas de vida de los próximos tiempos nos debe hacer saltar todas las alarmas.
Debemos construir y hacer crecer el mercado social tecnológico para que pueda ser un refugio digital si algún día hay un cuestionamiento global sobre estas empresas y queremos poder ofrecer un espacio con soberanía tecnológica que responda a estas necesidades. Para ello se han de construir proyectos de servicios tecnológicos pero, sobre todo, reconocer también todos los proyectos y comunidades de comunes digitales y software libre ya existentes, sentirlos y hacerles sentir parte del mercado social. Ambos movimientos tienen muchos principios en común y, al mismo tiempo, muchas cosas de las que aprender mutuamente. Con este ejercicio de reconocimiento mutuo, seguro que se podrían multiplicar el número de iniciativas tecnológicas que consideramos de economía solidaria.
Hay, sin embargo, un paso clave que determina fuertemente la poca predisposición colectiva hacia el software libre y a la vez nos genera dependencia de las herramientas capitalistas, mientras no lo demos: debemos desaprender las necesidades tecnológicas que las empresas tecnológicas capitalistas nos imponen, a nivel de usuario y a nivel de iniciativas de ESS. Debemos dejar de esperar que el cambio al software libre signifique simplemente cambiar de proveedor pero tener exactamente el mismo servicio. De hecho, debemos cuestionarnos qué usos le damos, si necesitamos realmente todo lo que utilizamos y, una vez definidas cuáles son las necesidades reales a las que debemos responder, buscar las herramientas más eficientes a nivel de economía de datos y ecológica (que van de la mano) para dar respuesta a ello.
En este proceso de desaprendizaje también debemos cuestionar qué prácticas capitalistas reproducimos dentro de nuestro uso de las herramientas digitales. No podemos transformar la tecnología sin transformarnos a nosotras mismas, y no podemos transformarnos y descolonizar el uso capitalista que hacemos de la tecnología si utilizamos sus herramientas y recursos. Utilizar las plataformas digitales de Google y Facebook no sólo nos debilita en tanto que nuestros datos les alimentan y hacen más fuertes, sino que nos condena a ser incapaces de discernir qué usos de la tecnología son transformadores y cuáles reproducen completamente las inercias de devastación de recursos, individualismo, competencia y explotación capitalista.
Transformar el consumo tecnológico debe servir para hacer crecer el mercado social pero, también, para transformarnos a nosotras mismas.